Las actividades de las organizaciones criminales brasileñas en el extranjero han crecido significativamente en los últimos años. Entre estas organizaciones, el Primer Comando de la Capital (PCC) viene llamando la atención de las autoridades europeas, especialmente de las portuguesas, debido a la evidencia de que sus miembros están estableciendo bases en algunos países de la región.
Los informes indican la existencia de estructuras para el tráfico de drogas, el blanqueo de dinero e incluso el movimiento de armas, lo que podría tener un impacto en la seguridad interna de Portugal y otros países del continente europeo.
La expansión del PCC más allá de Brasil
El PCC, que surgió en las cárceles de São Paulo en la década de 1990, ha crecido de forma espectacular a lo largo de los años hasta convertirse en la mayor organización criminal de Brasil. Inicialmente centrado en el control de las prisiones y en la organización de crímenes sobre una base relativamente regional, el grupo comenzó a establecer conexiones internacionales, sobre todo para posibilitar el tráfico de cocaína y otros estupefacientes.
En Portugal, datos del Servicio de Información de Seguridad (SIS) llegaron a indicar que había cerca de mil individuos con algún nivel de vinculación con el PCC operando en ese país, información que ha sido muy discutida y que hasta la fecha no ha sido confirmada por otras fuentes.
Aun así, las autoridades portuguesas han analizado el papel del país como puerta de entrada a Europa de grandes cargamentos de droga, principalmente procedentes de Brasil. Los puertos de Sines, Lisboa y Leixões son identificados como algunos de los principales canales de entrada de cocaína en el continente. Según informes locales, se han registrado crímenes violentos e intentos de asesinato relacionados con ajustes de cuentas por tráfico, siempre con el PCC como actor central o socio de otras redes criminales europeas.
Presencia de miembros del PCC en Europa
Como grupo con un fuerte poder económico en el mercado de las drogas ilícitas, la presencia del PCC hace temer que la organización pueda reproducir prácticas de corrupción, intimidar a funcionarios públicos y ampliar su influencia en suelo europeo.
En Lisboa y Oporto surgieron sospechas de que se reclutaba a ciudadanos brasileños e incluso portugueses para servir de testaferros a empresas tapadera. La facilidad del idioma, la historia de fuerte migración de brasileños a Portugal y el interés en obtener importantes ingresos en el mercado europeo explican, en parte, por qué el PCC habría favorecido a este país como uno de sus puntos de partida.
Las autoridades brasileñas y portuguesas señalan que el grupo busca operar sin llamar la atención, favoreciendo la aparición de negocios legítimos al estilo de franquicias o microempresas, pero cuyos ingresos efectivos provendrían del tráfico de remesas.
Otra preocupación es el flujo de miembros y líderes del PCC que viajan entre distintos países. Hay constancia de importantes figuras del grupo viviendo en Portugal durante periodos de tiempo variables, ocultándose de las autoridades. Uno de los casos más notables fue el de André de Oliveira Macedo, conocido como André do Rap, que se habría escondido en Portugal durante cerca de un año.
Este movimiento refuerza la hipótesis de que el país está en la ruta de líderes que, además de traficar, buscan blanquear dinero utilizando una moneda fuerte como el euro y, al mismo tiempo, disfrutar de una relativa tranquilidad debido a la falta de notoriedad en ciertas zonas de Europa.
Una puerta de entrada de la cocaína
Portugal, que históricamente ocupa una posición estratégica en la confluencia del Atlántico y el continente europeo, se ha convertido en un objetivo para los traficantes interesados en reducir distancias y riesgos en la logística de la cocaína. Según las autoridades responsables, la mayor parte de la droga que llega al país se oculta en contenedores de carga o se camufla con productos como fruta, azúcar, carbón y otras mercancías, y se descarga en puertos como Lisboa, Leixões, Setúbal y Sines.
La Operación Porthos, llevada a cabo por la Policía Judicial (PJ) portuguesa, presentó pruebas de que funcionarios portuarios y agentes de la Agencia Tributaria recibían sobornos de organizaciones criminales brasileñas (como el PCC) y de cárteles colombianos, facilitando la salida de grandes lotes de droga de los puertos en camiones. Este esquema allanaba el camino para que la cocaína se distribuyera a otros países del continente por carretera.
Lo que hace que la ruta a través de Portugal sea aún más lucrativa para el PCC es el hecho de que la cocaína en Europa alcanza precios mucho más altos que en Brasil. Un kilo de esta droga, que vale unos pocos miles de euros en Sudamérica, puede alcanzar decenas de miles en el comercio minorista europeo, lo cual puede multiplicar hasta por cinco su valor original.
Crece el consumo de cocaína en Europa
Los informes del Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías y los análisis de las aguas residuales en ciudades de todo el continente muestran que la presencia de cocaína ha crecido de forma constante en varios países, como Portugal, España, Bélgica y los Países Bajos.
El aumento de la pureza de la cocaína disponible en el mercado europeo, en paralelo a la estabilidad de los precios al consumo, sugiere la creciente eficacia de las redes de suministro y tráfico. Hay casos de récords anuales sucesivos de incautaciones totales de cocaína, como Portugal, que en 2024 incautó alrededor de 23 toneladas.
Aún más preocupante es la diversificación de las vías de consumo: el crack (una forma fumable de base libre de cocaína) aparece cada vez con más frecuencia en comunidades vulnerables de países como Francia, Bélgica e incluso Portugal. Este consumo agrava los riesgos sociales y sanitarios, ya que el crack se asocia a pautas de consumo intensivo y compulsivo, así como al aumento de los índices de marginación e inseguridad en las zonas urbanas.
La necesidad de blanquear dinero
Otro aspecto fundamental para entender la presencia del PCC en Portugal se refiere al blanqueo de dinero.
En Europa, el PCC estaría invirtiendo en sectores como la construcción, los importadores de frutas exóticas, los restaurantes, las peluquerías y el fraude virtual.
A menudo, las empresas pantalla se registran a nombre de personas que no tienen antecedentes penales, manteniendo un funcionamiento empresarial mínimo para justificar gastos y aparentar legalidad. En algunos casos, se sospecha que las autoridades locales son corrompidas para facilitar los procesos burocráticos u ocultar las transacciones.
Dado que las cantidades generadas por el tráfico internacional de cocaína pueden alcanzar cientos de millones de euros, existe una preocupación constante entre las fuerzas del orden por la propagación del blanqueo de capitales.
La detención de un buzo del PCC
La reciente captura de un brasileño de 38 años, que vivía en la zona metropolitana de Lisboa y se encargaba de organizar operaciones de extracción de cocaína de los cascos de los barcos en el puerto local, se ha convertido en un caso emblemático. Según la Policía Judicial portuguesa, el sospechoso tenía vínculos directos con el PCC y ocupaba una posición destacada en la estructura de tráfico hacia Europa.
La logística descrita por los investigadores es reveladora: la cocaína fue colocada en los cascos de los barcos cuando aún se encontraban en Brasil, por equipos de buzos, y luego recuperada en Europa, en operaciones nocturnas, antes de que se realizara ningún control en los buques. Se calcula que cada barco podría haber transportado entre 100 y 150 kilos de cocaína camuflada. Teniendo en cuenta el valor en el mercado europeo, el margen de beneficio es extremadamente alto.
Este episodio corrobora varias advertencias de las autoridades sobre la sofisticación de las rutas ilícitas, que integran conocimientos técnicos, armamento pesado y una red logística mundial.
El arsenal encontrado en la casa del sospechoso también sirve de advertencia sobre las armas de fuego en circulación. Si hay ametralladoras, fusiles de asalto y pistolas en manos de miembros del PCC en suelo portugués, existe el riesgo de que aumente la violencia armada, algo que preocupa a los cuerpos de seguridad pública, acostumbrados a unos niveles históricamente bajos de delincuencia violenta en Portugal.
Cooperación internacional
Ante este escenario, cada vez se es más consciente de que sólo la colaboración transnacional puede frenar la expansión del PCC. Portugal y Brasil han cooperado históricamente en áreas judiciales y de seguridad.
En febrero de 2025, durante la XIV Cumbre Luso-Brasileña, los ministros de Justicia de ambos países firmaron acuerdos para intercambiar información, compartir datos criminales y facilitar investigaciones conjuntas. El objetivo es ampliar el intercambio de antecedentes penales, vigilar a los sospechosos y neutralizar las bases de financiación de los grupos.
La implicación de otros países europeos, que registran grandes incautaciones relacionadas con la cocaína y la criminalidad violenta, es igualmente crucial. Sin una estrategia global de control portuario, surgirán puntos de entrada alternativos con cada país que refuerce la vigilancia, como han señalado autoridades del Centro de Inteligencia de São Paulo y de la propia Policía Judicial portuguesa. En este sentido, las investigaciones conjuntas con Europol, Interpol y la policía federal brasileña podrían ser vitales para rastrear rutas, desmantelar laboratorios de refinado y mejorar las inspecciones de contenedores.
Portugal, por su parte, necesita adaptarse a la nueva realidad de ser una de las puertas de entrada de la cocaína en Europa. La necesidad de reforzar los equipos policiales, luchar contra la corrupción en los puntos sensibles del sistema portuario y mejorar los servicios de inteligencia es un consenso entre los expertos. También hay demandas sociales para evitar la escalada del consumo de cocaína en el país.
¿Está perdida la “guerra contra las drogas”?
Varios analistas señalan que la llamada “guerra contra las drogas” ha fracasado en varios países, con el resultado de un exceso de encarcelamientos, escasa reducción de la oferta de estupefacientes y crecimiento exponencial de facciones y cárteles. Los costes sociales y económicos de la lucha contra el narcotráfico son muy elevados: implican contingentes policiales, gastos en sistemas de justicia, prisiones y, a menudo, problemas de corrupción.
Europa se enfrenta al mismo reto. Incluso con intensas incautaciones, el flujo de drogas no parece disminuir. Organizaciones como el PCC se adaptan rápidamente, encontrando nuevas rutas y métodos de ocultación. La tendencia al alza en el consumo de cocaína en Europa plantea interrogantes sobre la eficacia de las políticas exclusivamente represivas.
Esto abre un espacio para el debate sobre modelos alternativos, como la legalización o regulación de sustancias actualmente ilícitas. En Portugal, se despenalizó en 2001 del consumo personal de drogas, pero no se legalizó el comercio. Aun así, la política de despenalización de Portugal se considera avanzada en términos de tratamiento de los adictos, reducción de la estigmatización y facilitación del acceso a los servicios sanitarios y de reinserción social.
La idea de legalizar y regular el comercio de drogas, algo que algunos países han estado experimentando con el cannabis, podría, en teoría, socavar las bases económicas del narcotráfico y, por tanto, la capacidad de organizaciones criminales como el PCC para financiar sus acciones. Sin embargo, esta hipótesis choca con cuestiones éticas, morales, políticas e incluso diplomáticas, ya que la cooperación internacional tiende a favorecer la prohibición.
El camino europeo, por tanto, no está definido: algunas naciones parecen dispuestas a revisar sus leyes, mientras que otras endurecen las penas y refuerzan la represión, apostando por operaciones policiales conjuntas.
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Europa necesita encontrar una solución
El hecho es que mientras la demanda de cocaína siga siendo alta en Europa y las organizaciones criminales tengan acceso a puertos vulnerables y a redes de blanqueo de dinero, estos grupos tenderán a mantener o ampliar su presencia.
Queda pues por saber qué camino elegirá Europa para abordar el problema de las drogas y la delincuencia organizada. Mientras no se encuentre una solución, organizaciones como el PCC seguirán aprovechando las lagunas legales, moviendo importantes sumas de dinero en euros y ejerciendo presión sobre los sistemas de justicia y seguridad de países que hasta ahora no estaban acostumbrados a este nivel de acción delictiva transnacional.